En silencio

en-silencio

     Otro día incompleto, otra noche inquieta. Al llegar a casa, sin romper la oscuridad, camino silenciosa atraída por su aroma, pero él no se percata de mi presencia desde su despacho. Avanzo sigilosa y de puntillas por el pasillo, cuando de repente, escucho el click del ratón y el gruñido de la silla. Acaricio la pared al caminar, mi corazón late ruidoso. Cierro los ojos y permanezco escondida.
El roce de un cable sobre el escritorio, atrae mi oído a la delgada pared que nos separa y me oculta. Mi imaginación despierta mi deseo. Un nuevo sonido, la hebilla de un cinturón, le delata. Puedo oír cómo su respiración se acelera. Intento frenar el temblor que recorre mi cuerpo y silenciar mi respiración.
     Traviesa, observo en secreto y sin parpadear, a través de la puerta ligeramente entreabierta, cómo comienza a tocarse suavemente. Veo su rostro y el reflejo de su excitación en él. Sin querer evitarlo, acaricio mis pechos y los libero.
Le deseo, deseo unirme a él pero no me atrevo. Tengo que saciarme antes de que me descubra. Mis dedos, imparables, recorren mi cuerpo más rápido, y él, gime más alto, como si me hubiera descubierto.
     Lo hizo. Sin poder apartar la vista de él y exhausta de placer, no me había dado cuenta de que la puerta estaba abierta, el gato había despertado de su sueño y entrado de un empujón.
Estábamos al descubierto y nuestras miradas lo decían todo, entre gemidos él suplicó: «No pares».

     Otro día incompleto, otra noche inquieta. Al llegar a casa, sin romper la oscuridad, camino silenciosa atraída por su aroma, pero él no se percata de mi presencia desde su despacho. Avanzo sigilosa y de puntillas por el pasillo, cuando de repente, escucho el click del ratón y el gruñido de la silla. Acaricio la pared al caminar, mi corazón late ruidoso. Cierro los ojos y permanezco escondida.
El roce de un cable sobre el escritorio, atrae mi oído a la delgada pared que nos separa y me oculta. Mi imaginación despierta mi deseo. Un nuevo sonido, la hebilla de un cinturón, le delata. Puedo oír cómo su respiración se acelera. Intento frenar el temblor que recorre mi cuerpo y silenciar mi respiración.
     Traviesa, observo en secreto y sin parpadear, a través de la puerta ligeramente entreabierta, cómo comienza a tocarse suavemente. Veo su rostro y el reflejo de su excitación en él. Sin querer evitarlo, acaricio mis pechos y los libero.
Le deseo, deseo unirme a él pero no me atrevo. Tengo que saciarme antes de que me descubra. Mis dedos, imparables, recorren mi cuerpo más rápido, y él, gime más alto, como si me hubiera descubierto.
     Lo hizo. Sin poder apartar la vista de él y exhausta de placer, no me había dado cuenta de que la puerta estaba abierta, el gato había despertado de su sueño y entrado de un empujón.
Estábamos al descubierto y nuestras miradas lo decían todo, entre gemidos él suplicó: «No pares».